Portada  |  06 febrero 2020

Contratado por un día: Roberto Funes Ugarte intenta trabajar como deshollinador

Trabajan en lugares públicos a los que concurre mucha gente, pero curiosamente casi nadie los conoce. Y lo que hacen es sucio, sacrificado, agotador y hasta muy desagradable. Se trata de una especialidad dentro de lo que tradicionalmente se conoce como deshollinador: la limpieza de campanas de restaurantes y parrillas.

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En un nuevo capítulo de Contratado por un día, Roberto Funes Ugarte se sumó a una cuadrilla de la empresa Varela Hnos. para vivir en primera persona lo que es introducirse en ductos y campanas para limpiar hollín, aceite y mucha grasa.

Pero no sólo con eso deben acostumbrase a convivir los deshollinadores. También las colonias de cucarachas, las ratas y hasta lo murciélagos son parte del paisaje con el que suelen encontrarse al acceder a las cocinas y los techos de algunos restaurantes.

Cada cuadrilla está integrada por cuatro operarios y un encargado que trabajan durante la noche o en las primeras horas de la mañana, siempre cuando los locales gastronómicos están cerrados.

El costo de la limpieza de la campana de un restaurante es, en promedio, de 7.500 pesos. En todo el país hay apenas 20 empresas registradas que ofrecen el servicio, ya que la mayoría son trabajadores que se manejan de forma independiente.

Los empleados que están en relación de dependencia pertenecen a Sindicato de Maestranza y cobran un sueldo de unos 30 mil pesos al mes a cambio de trabajar 10 horas por día, de lunes a viernes.

Si bien no está considerado un trabajo insalubre, a simple vista lo parece. Es que deben introducirse en lugares estrechos y en posiciones tan incómodas que terminan literalmente embadurnados en grasa.

Limpiar bien una campana les lleva entre tres y cuatro horas. Y retiran unos 15 kilos de grasa, siempre y cuando tenga el mantenimiento adecuado, que implica limpiarla una vez por mes.

Su trabajo es muy importante. No solo por una cuestión de higiene. También porque una campana o un ducto que no se limpia acumula tanta grasa y aceite que con el tiempo es muy probable que desencadene un incendio.

Por eso para prevenirlo están ellos, los deshollinadores. Pero no los del mundo de fantasías de Mary Poppins. Los de la dura y “sucia” realidad.

Texto: Pablo Martin Kuperszmit

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