Portada  |  10 septiembre 2021

¿Cuántos años nos quedan de agua si no la cuidamos?

El crecimiento demográfico aumenta directamente el consumo de este recurso, que es finito y cada vez más escaso. Además, el uso irracional agrava aún más su disponibilidad.

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Hace 200 años atrás, la población mundial rondaba los mil millones de habitantes. Con la modernización, la industrialización de la actividad económica, la evolución sanitaria y el desarrollo de la agricultura, la esperanza de vida aumentó considerablemente y, según los cálculos de la Organización de las Naciones Unidas, el número de personas subió a 7,5 mil millones. Para el 2050, se estima que seremos 9 mil millones de seres humanos.

Este importante crecimiento demográfico impacta significativamente en la demanda y utilización de los recursos naturales, principalmente del agua. Sobre todo teniendo en cuenta que la tasa de crecimiento demográfico es mayor en los países en vías de desarrollo, donde proporcionar el suministro de los servicios básicos ya resulta un esfuerzo notable.

Donde hay sed, hay hambre

Hay que tener en cuenta que, alrededor del 70% del agua dulce que se consume, es utilizado en la agricultura. Y con más gente, este número sólo va a crecer. Si a esto se le suma la demanda de la industria, parece que en el futuro cercano se va a necesitar mucha más agua de la que está a disposición.

Los científicos alertan que la mala administración de los recursos y el cambio climático pueden tener consecuencias catastróficas si las autoridades no unen sus esfuerzos para mejorar y optimizar su consumo y gestión.

Todos debemos ser parte de la solución

Aunque parezca tarde, aún estamos a tiempo de reducir este impacto negativo, controlando la actividad humana, que en las últimas décadas ha dejado su marca en el consumo de agua y el cambio climático.

Algunos países ya están trabajando en ellos. Por ejemplo, Australia sobrevivió a su “Sequía del milenio”, entre 1997 y 2009, implementando rápidamente medidas que redujeron a la mitad el consumo empresarial y residencial. Richard Damania, economista principal del World Bank’s Water Practice, explica que la clave fue poner un precio al agua, haciéndola una mercancía comerciable. Así, quien tiene reservas pero no produce un cultivo de gran valor, puede venderlas a alguien que produce algo más valioso.

Otra estrategia es la implementada por Israel, donde reciclan el agua efluente del uso humano, incluso las residuales domésticas, y así cubren hasta el 40% de las necesidades de la agricultura del país. Además, es uno de los líderes en desalinización, llegando a potabilizar el líquido de mar para más de la mitad de la demanda nacional.

Definitivamente, existen soluciones para enfrentar este problema que nos afecta a todos. Lo más importante es reconocer su importancia y dar el primer paso, tanto a nivel global como a nivel personal, comenzando a mejorar nuestros hábitos.

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